LA TIERRA EN LA ANTIGÜEDAD
Cosmología es la disciplina que estudia el universo en su totalidad, sus componentes, proceso de formación, evolución y futuro. En la Antigüedad, las grandes civilizaciones desarrollaron cosmologías complejas, que fusionaban creencias religiosas con el espacio geográfico en el que vivían y particularmente con aquellos fenómenos naturales que les permitieron desarrollar sus economías agrícolas.
Para los antiguos sumerios, que vivían en la desértica mesopotamia asiática, el mundo se originó a partir del mar primordial, Nammu, del que surgieron An, el cielo y Ki, la tierra. De la unión nacería Enlil, dios del aire, el viento y las tormentas. Enlil alejó entonces a An de Ki llenando el espacio de atmósfera y luego creó todas las cosas vivientes, pero no a los hombres, esta tarea estuvo a cargo de Enki, su hijo, dios del abismo; que los hizo de barro a imagen de los dioses. La Tierra, para los sumerios, era un disco plano que flotaba completamente inmóvil en un gran mar con Sumer en el centro. El mar estaba prohibido a los hombres, eran las aguas de la muerte. El cielo (An) era una gran bóveda de un metal pulido que reflejaba la luz del Sol durante el día y descansaba en sus bordes sobre la tierra. De las aguas subterráneas procedían el Tigris y el Eúfrates, ríos que permitieron el desarrollo agrícola de la región.
La cosmología egipcia estaba dominada por el sol y el Nilo. Como en mesopotamia, el agua era el elemento primordial, del cual habrían surgido todas las cosas. Del océano surgió Ra, el sol; del cual nacieron dos dioses: Shu y Geb y dos diosas: Tefnut y Nut. Shu y Tefnut dieron entonces forma al aire, que se ubicó entre Geb (la tierra) y Nut (el cielo). A su vez, Geb y Nut tuvieron 2 hijos: Set y Osiris y dos hijas: Isis Y Nephthis. Los egipcios consideraban que el mundo era rectangular orientado de norte a sur, con Egipto en el centro. En la parte superior estaba el cielo (Nut), una cúpula que descansaba sobre la tierra (Geb) y era sostenido por cuatro grandes montañas.
El libro maya de Chilam Balam relata que la Gran Madre Ceiba se levantó en medio de la destrucción, cuando la tierra se hundía en el mar, para reconstruir el universo. Los cuatro Bacab, dioses del interior de la tierra, surgieron entonces para nivelar el mundo y sostener el firmamento. Las cuatro ceibas: blanca, negra, amarilla y roja surgieron en cada punto cardinal, norte, oeste, sur y este para restablecer el universo y prepararlo para el hombre.
Los mayas dividían el Universo en tres niveles. El Cielo o Caan, dividido en 13 capas. La Tierra o Cab, formada por una plancha cuadrada plana que flotaba sobre agua. Y el Inframundo o Xibalba, constituido por nueve capas. Del centro de la tierra nace la gran Ceiba verde, cuyo tronco y ramas sostienen el cielo y cuyas raíces penetran en el inframundo. Los mayas afirman que la superficie de la tierra es el lomo rugoso de un gran reptil, Itzamná Itzam Cab que mantiene el orden del cosmos y en cuyo reino se originan las lluvias.
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