LA FORESTAL

En 1905 se constituyó en Londres la firma The Forestal Land, Timber and Railways Company Lt. cuyo propósito era la explotación de las entonces enormes extensiones de bosque de quebracho colorado para la extracción de tanino destinado al mercado global.

Hacia fines del siglo XIX, la región del Chaco argentino estaba todavía poblada exclusivamente por grupos indígenas hostiles al hombre blanco. A partir de 1880 el gobierno argentino utilizaría al ejército nacional para “pacificar” la región e incorporarla al movimiento civilizador.

Eliminado el problema indígena, parte de esas extensiones fueron incorporadas a la provincia de Santa Fe. El gobierno provincial, que había contratado un abultado empréstito con la firma inglesa Murrieta & Cia, decidió terminar de abonar su deuda con las tierras recién adquiridas. Con el tiempo, estas grandes extensiones de bosque virgen pasaron a manos de la empresa inglesa La Forestal.

La Forestal introdujo en el Chaco un sistema de producción extractivo y depredatorio de los recursos naturales, con la absoluta anuencia del gobierno provincial y nacional que se mostraron ausentes o intervinieron directamente a favor de la empresa, como en las represiones a las huelgas de 1919 y 1921. La empresa llegó a controlar más de dos millones de hectáreas en las provincias de Santa Fé y Chaco y controló en forma monopólica el mercado internacional de tanino.

La forestal tuvo el camino libre para fundar pueblos, construir caminos, vías férreas, puertos, etc. La abundante mano de obra necesaria fue atraída a una zona despoblada con la promesa de vivienda y trabajo. Pero las viviendas otorgadas por la empresa solo podían ser ocupadas mientras la persona trabajara para la misma. Esto constituía un importante factor de coacción. En los “pueblos forestales” todo fue construido por la empresa: casas para los trabajadores, iglesias, clubes, juzgados, almacenes. Todos los asuntos, públicos o privados, eran resueltos por la gerencia, sin intervención de las autoridades provinciales. No se permitía el ingreso de comerciantes particulares, todo era provisto en los almacenes de la empresa y no se permitió el desarrollo de la agricultura.

Pero era en los obrajes donde la vida se volvía realmente dura. La empresa empleaba a los hacheros en forma indirecta a través de contratistas. Los mismos les vendían los instrumentos de trabajo y los alimentos que compraba en la misma empresa. El trabajo era muy duro y peligroso y el pago no se realizaba en efectivo, sino con vales que propia empresa emitía. El contratista también inducía al hachero a gastar con casas de juegos y prostíbulos que terminaban por dejarlo atrapado en una trama de deudas y explotación. La vida en el obraje era por demás precaria, la vivienda era rústica y toda la familia estaba sometida a la constante necesidad de trasladarse a medida que el recurso se agotaba. Había escasas perspectivas para los jóvenes, salvo seguir el camino de sus padres e incorporarse a los obrajes apenas egresaban de la escuela primaria.

En 1963 la última de las fábricas de tanino de La Forestal cerró y con ella cesó también la actividad en los obrajes. La empresa había decidido trasladar su producción a Sudáfrica, donde el Apartheid exigía menos controles y una mano de obra más barata. Los pueblos forestales rápidamente vieron disminuir su población, mientras las instalaciones dejadas por la empresa se deterioraban. Frente a las escasas perspectivas locales, la solución fue la emigración hacia las grandes ciudades que protagonizaban el fenómeno de sustitución de importaciones: Buenos Aires y Rosario. La industria argentina en crecimiento absorbió la mano de obra cesante de pueblos y obrajes.

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