EL CERRO RICO

Entre las riquezas que el Nuevo Mundo aportó a la economía de Europa, las enormes cantidades de plata que fluyeron desde México y Perú representan el más significativo ejemplo.


Durante el primer siglo después del descubrimiento dominó el oro, unas 165 toneladas entraron en el mercado europeo. Pero con el descubrimiento de los yacimientos de Potosí, en Perú; y Zacatecas, en México; la plata comenzó a dominar el flujo minero, representando hacia la época de la independencia, el 76 por ciento del total. Luego de más de 300 años de explotación, América aportaría unas 100.000 toneladas de metal precioso acuñable, duplicando o triplicando el stock de dinero en el mundo.

En España, lejos de traer riqueza, el mineral causó el alza generalizado de los precios y, por lo tanto, de la pobreza. Aunque el metal americano fluyó directamente hacia allí, menos del 90 por ciento permaneció en ese país. Además, el encarecimiento de los productos deterioró la industria española frente a los productos importados.

Los españoles llegaron a Potosí en 1545 con el objetivo de explotar los depósitos mineros del Cerro Rico. Rápidamente, a más de cuatro mil metros de altura, se desarrolló en torno a la montaña un grupo de ranchos de adobe que con el tiempo se convertirían en una de las ciudades más populosas del mundo, alcanzando los 160.000 habitantes.

En 1572, el virrey Francisco de Toledo llegó para organizar la ciudad y crear el sistema de trabajos forzados conocido como “mita”, tomado del modelo utilizado por los incas. Por medio del mismo, cada siete años, y por un período de cuatro meses, todos los hombres entre 18 y 50 años estaban obligados a trabajar en las minas. A los trabajadores se les pagaba una miseria y las condiciones de trabajo produjeron la muerte de gran parte de la población masculina del Alto Perú.

Los trabajadores se internaban por más de veinte horas diarias en un complicado sistema de túneles, en varios niveles, conectados por endebles escaleras fabricadas con sogas o madera. Casi todo se hacía a mano, apenas provistos de picos y palas, los hombres arrancaban la roca que luego era cargada en sacos que eran transportados sobre las espaldas de los trabajadores hacia la superficie. También se utilizaban explosivos que podían contaminar el aire, que ya era bastante irrespirable causando enfermedades respiratorias que llevaban a la muerte de miles de trabajadores. También podían causar el colapso y caída de paredes y techos. La temperatura dentro de la mina era elevada y, en ocasiones, los túneles se llenaban de agua a altas temperaturas que ponían en peligro a los trabajadores. El trabajo se realizaba en una completa oscuridad, apenas iluminada por velas, en esas condiciones la dura jornada se soportaba mejor mascando coca o bajo la influencia del alcohol.

El esplendor de Potosí comenzó a opacarse hacia el siglo XVII, cuando fue superada por la mina de Zacatecas en México. En 1777, con la creación del Virreinato del Río de la Plata, la ciudad pasó a depender directamente de Buenos Aires.
imagen: LIFE

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