LA SOJIZACIÓN ARGENTINA
En los últimos años, el agro argentino ha sido escenario del crecimiento explosivo del cultivo de soja impulsado por una demanda mundial en aumento y una escalada de los precios internacionales.
Argentina es hoy el tercer productor mundial, detrás de Estados Unidos y Brasil, y el primer exportador de aceite. Las divisas ingresadas al país en concepto de retenciones a las exportaciones representan una de las principales fuentes de financiación del Estado y permitió al gobierno equilibrar las cuantas públicas.
Sin embargo, la extensión del cultivo de soja en Argentina no ha sido gratuita, ya que conlleva un serio impacto en el ambiente. La soja se ha extendido sobre nuevos terrenos agrícolas, ganados a los bosques nativos mediante el desmonte indiscriminado. El desmonte acelerado entre 1998 y 2002 ha sumado más de 500.000 has, solo en Chaco, Salta y Santiago del Estero. La pérdida de bosques nativos disminuye la biodiversidad en los ambientes más delicados del país. Además, la intensificación del uso del suelo provoca agotamiento del recurso y erosión.
Los críticos del modelo sojero argumentan además que la monoproducción condiciona fuertemente la economía, incrementando su dependencia frente a los mercados externos y el clima. Aunque Argentina no ha disminuido su producción de trigo, ya que la soja se ha extendido sobre terreno virgen, esta oleaginosa no se destina al consumo interno y se exporta casi toda su producción.
Gracias a la introducción de nuevas tecnologías como la siembra directa y las variedades transgénicas, la soja es hoy el principal cultivo argentino. En 1970, el cultivo ocupaba apenas 37.700 has. A partir de la década de 1990 se produce un crecimiento acelerado que lo lleva a ocupar en 1996 unas 6.000.000 de has. En la siguiente década el crecimiento no se detendría, alcanzando las 10 millones de hectáreas en 2001 y superando actualmente las 15millones. Hoy, el cultivo de soja representa el 50 por ciento de la superficie cultivada, superando holgadamente al trigo.
La biotecnología ha permitido modificar genéticamente ciertas características de las plantas, haciéndolas mas resistente a virus, insectos, herbicidas. En 1996, el gobierno nacional autorizó el uso de semillas de soja RR, desarrollada por la empresa norteamericana Nonsanto. El nombre RR se refiere a la propiedad de resistir al potente (y polémico) glifosato. El glifosato, es un inhibidor de enzimas que elimina todo rastro de hierbas, salvo la soja RR, permitiendo un mayor rendimiento del cultivo. Sin embargo, el uso del mismo ha sufrido abundantes críticas acerca de sus supuestos efectos nocivos. Entre ellos se señala la posibilidad de generar enfermedades neuronales, intestinales, cardíacas y diversos tipos de cáncer. Además, el glifosato elimina las plantas autóctonas y reduce así aún más la biodiversidad. El consumo de este herbicida, que era de 14 millones de litros en 1996, había ascendido a 13o millones diez años después.
Seis empresas concentran en Argentina el 87 por ciento de las exportaciones sojeras: Cargill, Bunge y Born Argentina, AGD, Dreyfus, Vicentín y Molinos Río de la Plata. La producción se exporta en forma de pellets de soja destinados a la alimentación del ganado de los países europeos y principalmente como aceite de soja, producido en las 47 aceiteras argentinas, la mayoría localizada sobre el río Paraná, en las cercanías de Rosario. Los principales compradores de aceite de soja son los países asiáticos como China, Inda y Bangladesh. Los denominados “pooles de siembra” representan a un conjunto de inversores, no necesariamente del ámbito agrario, que se asocian para la realización de un emprendimiento agrícola. Usualmente arriendan los campos, contratan maquinaria y servicios de siembra, cosecha y fumigación y, una vez vendida la cosecha, se reparten las ganancias.
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