RIO TURBIO


En 1936, mientras se realizaban exploraciones petroleras en el extremo sur de la provincia de Santa Cruz, los ingenieros descubrieron el mayor yacimiento carbonífero argentino; Río Turbio. Aunque la explotación comercial inició en 1943, no fue hasta la década de 1950 que la producción tomó impulso, alcanzando en su época de esplendor, en la década de 1970, más de un millón de toneladas anuales. La construcción del ramal ferroviario que une a la pequeña localidad minera enclavada en los Andes Patagónicos con Puerto Loyola, en la costa; se inauguró en 1951 para el exclusivo transporte del mineral. Desde allí, el carbón era enviado por mar a Buenos Aires para ser convertido en coque metalúrgico y su utilización en la industria siderúrgica. En el proceso, denominado “pirólisis”, realizado en las cercanías de las plantas siderúrgicas, más de 20 tipos de carbón son calentados hasta superar los 1000 ° C para eliminar completamente el material volátil. Sin embargo, el carbón extraído en Río Turbio es de bajo tenor calórico y solo participaba en un 15 ó 20 % de la mezcla final, el resto era cubierto con mineral importado.




Luego de alcanzar su pico de producción Río turbio comenzó a declinar. El crecimiento de nuevas fuentes de energía como la nuclear, el gas natural y la hidroelectricidad; sumado a la falta de inversión, fueron deteriorando las instalaciones que pronto quedaron obsoletas y mostraron serias deficiencias en seguridad. En 1993, el gobierno del presidente Menem decretó la privatización del yacimiento bajo la Ley de Reforma del Estado. La concesión, que incluía además las instalaciones portuarias de Puerto Loyola, era por un plazo de diez años y un subsidio anual de 22,5 millones de dólares para el abastecimiento de la central térmica de San Nicolás. Pero en 2001, la crisis alcanzó a Yacimientos Carboníferos Río Turbio. San Nicolás dejó de utilizar carbón nacional, el subsidio dejó de pagarse, los sueldos se atrasaron y comenzaron las protestas. En junio de 2002 el contrato fue rescindido y la producción se paralizó.


El estado de la mina era a esa altura de un completo abandono. El Estado Nacional, consideró entonces que el yacimiento no estaba en condiciones de continuar la explotación. Sin embargo la población se movilizó en defensa de las fuentes de trabajo y bajo múltiples presiones, la producción se reinició en agosto de ese año. Para 2004, Río Turbio producía apenas unas 200.000 toneladas en un ambiente peligroso con pobres condiciones de higiene y seguridad que hacía prever lo que pronto ocurriría. El 13 de junio de ese año, a 600 metros de profundidad, un incendio y un posterior derrumbe cobró la vida de 14 mineros. En plena oscuridad, casi sin oxígeno, los sobrevivientes tuvieron que salir tomados de la mano tanteando las paredes.


Luego del accidente, una vieja idea renació: la construcción de una usina térmica local que produciría electricidad a partir de la quema del carbón en bruto, para el abastecimiento de las localidades cercanas: Río Turbio, 28 de Noviembre, Río Gallegos y El Calafate. Las líneas de alta tensión la comunicarían además con el sistema eléctrico nacional. La usina requerirá una producción anual de 1,2 millones de tn, lo que llevaría a Río Turbio nuevamente a su mayor producción.

Sin embargo el proyecto, que ya se encuentra en marcha, es muy criticado por organizaciones ecologistas que denuncian un fuerte impacto ambiental en la zona. La combustión del carbón generará residuos volátiles como óxido de nitrógeno y monóxido de carbono ( SO2- NO) además de partículas en suspensión y humo que pueden penetrar fácilmente en el aparato respiratorio. El SO2 en combinación con el agua produce ácido sulfúrico (H2SO4) y nítrico (HNO3), es decir; lluvia ácida, factor asociado a enfermedades respiratorias, a la destrucción de la vegetación, corrosión de metales, etc. El dióxido de nitrógeno (NO2), es altamente cancerígeno, produce daños al tejido pulmonar y a las vías respiratorias. El monóxido de carbono genera hipoxia, es decir, deficiencia de oxígeno en los tejidos corporales y es altamente tóxico en concentraciones mayores a 1000 ppm. Además, la central producirá unas 75 toneladas de residuos sólidos o cenizas por hora. Estas serán acumuladas en la “zona de sacrificio” un área que quedará contaminada permanentemente. Estos depósitos, a partir del proceso de lixiviación, pueden arrastrar hacia las napas de agua contaminantes como el uranio, torio (ambos radiactivos), mercurio, cromo, aluminio, amoníaco, arsénico.

Imágenes: http://www.ycrt.gov.ar
                    Atlas Total, CEAL. 

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