TERMÓPILAS

Diez años después de Maratón los Persas regresan a Grecia continental, esta vez con el mayor ejército jamás reunido. Sin embargo, en un acontecimiento que se mezcla con la leyenda, un puñado de combatientes liderados por Leónidas, los esperaba en el angosto paso de Termópilas para demostrarles que cada palmo de tierra sería cedido solo a un elevado precio.

Cuando los dorios invadieron el Mar Egeo, hacia el 1200 a C. , la región ya estaba habitada por los aqueos, aquellos héroes que Homero menciona en la Iliada. Los recién llegados traían consigo armas de hierro y lograron imponerse y sumergir toda Grecia en la era oscura. Seguiría luego la gran migración: jonios, eolios y dorios fundarían colonias griegas desde España hasta el Mar Negro.

La ciudad de Esparta fue conquistada por los dorios en el siglo IX. Allí los recién llegados o espartiatas recurrieron a un duro régimen militar para dominar a la población original. Los espartiatas eran los únicos que gozaban de plena ciudadanía. Cada uno de ellos recibía 10 hectáreas de tierra para su sustento. Sin embargo, estaba completamente dedicado a la vida militar y los trabajos de labranza eran realizados para ellos por las castas inferiores. Los periecos o “habitantes de los alrededores” también servían en el ejército como hoplitas, recibían tierras para su mantenimiento, pero carecían de derechos políticos. Finalmente, aquellos que realizaban todos los trabajos pesados eran los ilotas, siervos pertenecientes al Estado espartano.

Es sabido que cada niño espartano era examinado detenidamente al nacer y era dejado abandonado a su suerte si se observaba alguna enfermedad o deformación, pero esta era una costumbre de muchos pueblos de la antigüedad, especialmente con las niñas. A los siete años el pequeño era separado de su madre o nodriza e iniciaba un duro entrenamiento militar que continuaría hasta sus 60 años. El joven espartano tenía que soportar frío, dolor y hambre para convertirse en un buen soldado. Caminaba sin calzado y sólo recibía una capa al año para vestirse. Toda muestra de indisciplina o debilidad era castigada duramente con azotes.

En el año 486 a C. , la muerte del Darío el Grande dejó en manos de su hijo Jerjes la venganza contra los yaunâ (griegos) por la derrota que estos le infringieron en Maratón. En 480 el gran ejército persa de varios cientos de miles de soldados cruzó el Helesponto (Dardanelos). Los griegos se unieron para la defensa con Esparta a la cabeza de una gran liga reunida en Corinto, mientras Atenas concentraba una gran flota de doscientas naves a las órdenes de Temístocles.

El rey Leónidas tomó la misión de guardar el paso de Termópilas (Puerta Caliente), mientras la flota griega se concentraba en Artemisa para atacar la flota persa, muy superior en número. El paso era muy estrecho en aquel entonces, con unos 14 metros, ideal para ofrecer resistencia al gran ejército. La guarnición era de unos cuatro mil hombres, liderados por trescientos espartiatas.

Jerjes inició el ataque enviando primero a los elamitas que fueron rechazados fácilmente. Atacaron luego los inmortales, la guarda real, que tampoco pudo doblegar a los griegos. Siguió la lucha durante un segundo día con grandes pérdidas para los persas, pero entonces aparece la figura de Ephialtes, al que el historiador Herodoto atribuye la gran traición de mostrar a los enemigos un paso secreto por el cual los inmortales pudieron rodear a los defensores.


Al amanecer del tercer día los griegos supieron que serían atacados por la retaguardia. Muchos entonces decidieron abandonar la lucha. Quedaron para la última resistencia los trescientos espartanos de Leónidas apoyados por 700 tespianos y 400 tebanos ( no siempre recordados). Qué llevó a Leónidas a sacrificarse, según Herodoto, un oráculo le habría anunciado la elección: Esparta perdería a su Rey o perecería.

Cuando el rey cayó se produjo una lucha por su cuerpo que finalmente fue retirado por los griegos. Los tebanos entonces se habrían rendido y habrían optado por pelear para los persas. Finalmente los sobrevivientes se refugiaron en una pequeña colina donde fueron muertos por los arqueros persas.



Aunque a un alto costo, Termópilas fue un triunfo de Jerjes que vio el camino libre para ingresar en Ática. Tebas cayó y Atenas fue saqueada. Con esto Jerjes consideró cumplido su objetivo y acudió rápidamente a sofocar una rebelión en Babilonia. Pero la Flota de Temístocles venció sorpresivamente en Salamina y el disminuído ejército persa sería entonces derrotado por los griegos en Platea poniendo fin así a la guerra.

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